miércoles
20.7.05

Francesco Columna X

Escrito por Yavannna
Seguimos con la siguiente entrega del Folletín bibliotecoso de Francisco Columna, iniciado en Bibliotecosas.

Esta es la penúltima entrega del mismo y el final lo podreis leer en breve en casa de Ferran.

Las entregas anteriores en:

Sin más dilación os dejo con la X entrega:

[...]

Al pobre fraile casi le costó igual trabajo sobrellevar tanto gozo como le costara sobrellevar su desdicha. Sintió que le faltaban las fuerzas para la felicidad; que las potencias de su vida, agitadas de tantas emociones, estaban próximas a romperse.

Al día siguiente, en la última misa, cuando los religiosos entraron en el coro, veíase a Polia colocada en su asiento de costumbre, en el primer lugar de la nobleza. Se levantó y se arrodilló sobre el suelo de la nave grande.

Francesco la vio. Reiteró sus votos con voz firme, bajó las gradas del altar y se prosternó en las losas. En el momento de la elevación se arrojó al suelo, colocando sus manos cruzadas más arriba de su cabeza.

Terminó la misa; Polia salió del templo; los frailes pasaron unos tras otros, arrodillándose ante el santuario; mas Francesco siguió en la misma postura, lo que no extrañó a nadie porque muchas veces se le vio prolongar de igual modo sus oraciones en una especie de éxtasis.

En los oficios de la tarde Francesco continuaba inmóvil. Un fraile joven dejó su asiento, se acercó, se inclinó hacia él, le tomó una de las manos para atraerle hacia sí y recordarle sus deberes habituales; luego se levantó, se santiguó, y, volviéndose a los monjes reunidos en el coro, dijo:

-¡Está muerto¡

De aquel suceso, que es de los que se borran pronto de la memoria de las nuevas generaciones, habían pasado treinta y un años cuando una tarde del invierno de 1498 se detuvo una góndola ante la oficina de Aldo Pío Manucio, al que llamamos el Viejo. Momentos después le era anunciada en su estudio al sabio impresor la visita de la princesa Hipólita Polia de Treviso. Aldo salió a su encuentro, la hizo sentar y permaneció en pie ante ella, absorto de respeto y de admiración ante aquella celebrada hermosura, a la que medio siglo de vida y de penas había hecho más augusta sin quitarle nada de su esplendor.

-Sapientísimo Aldo –dijo ella, después de haber hecho que colocasen sobre el bufete un saco con dos mil cequíes y un riquísimo manuscrito-. Como seréis, aun para la más remota posteridad, el impresor más hábil que conocieran las edades, el autor del libro que os confío dejará también el renombre del pintor más grande y del más grande poeta de este siglo que se acaba. Única depositaria de este tesoro, que reclamaré cuando vuestro arte le haya reproducido, no quise privar de su posesión a los espíritus favorecidos del cielo que saben gustar las concepciones del genio; mas he esperado para multiplicar las copias de él el momento en que podría encomendarlas a prensas inmortales. Ya ahora ya sabéis, prudentísimo Aldo, lo que os pido: una obra maestra digna de vuestro arte y capaz de perpetuar por sí sola vuestra memoria. Cuando este oro se haya gastado os daré más.

En seguida Polia se levantó, apoyando sus dos manos en las mujeres que la acompañaban. Aldo la siguió hasta la góndola, demostrándole su respeto con gestos dignos, pero sin hablar palabra, porque sabía que, retirada desde hacía treinta años en una soledad inviolable, había renunciado al comercio y a la conversación con los hombres.

El libro de que se habla se titula así: La Hypnerotomachia di Poliphilo, cioé pugna d’amore in sogno, es decir, Luchas de amor en sueño, y no Lucha del Sueño y del Amor, como traduce M. Ginguené, autor de la Historia Literaria de Italia. Y con esto no pretendemos demostrar, ¡Dios nos libre!, que M. Ginguené, autor de la Historia Literaria de Italia, no supiese italiano. Somos muy indulgentes con las distracciones del talento.

[...]

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Del ejemplar de Iulius: NODIER, Charles. Lydia y Francisco Columna: dos cuentos. Madrid: Calpe, 1923. 88 p.

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